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LA DINAMITA
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En 1846, el químico italiano Ascanio Sobrero descubrió una poderosa mezcla explosiva líquida: la nitroglicerina. Pero este producto es extremadamente peligroso; puede explotar por un golpe, aunque sea muy leve, o por un brusco cambio de temperatura. No obstante, es tal su fuerza explosiva que a pesar de los riesgos, algunos industriales han continuado fabricando este producto.
En Heleneborg (Suecia), Alfred Nobel trabajó en una fábrica tratando de desarrollar un método seguro para manipular la nitroglicerina, después de que una explosión en 1864 falleciera su hermano Emil y otras personas. Casi por azar, Alfred en sus ensayos en 1867, notó que la tierra de infusorios o trípoli, ofrecía la propiedad de ser muy absorbente respecto de la nitroglicerina, pues retenía en sus poros hasta el 82 por ciento de dicha sustancia lo que daba paso a una nueva mezcla, que continuaba siendo un gran explosivo, pero que hacía menos peligroso su manejo.
Nobel acababa de descubrir la Dinamita, al mezclar la nitroglicerina con dióxido de silicio se forma una masa, manejable, moldeable y más segura, con lo que hacía posible el uso industrial de la nitroglicerina y se convertía en el genuino creador de la moderna pirotecnia.
En 1866, la dinamita (arena fina impregnada de nitroglicerina) se empezó a fabricar. Su utilización experimentó un auge extraordinario, ya que la industria de armamentos adoptó este explosivo para causar la muerte en el campo enemigo. Aterrorizado ante el número de vidas humanas que su invento contribuía a destruir, Alfredo Nobel quiso consagrar su fortuna para el bien de los hombres. Mediante testamento, fundó los premios Nobel que, desde 1901, recompensan a los bienhechores de la humanidad y a los apóstoles de la paz.